Quien subestima el dinero que gana, y lo administra de mala forma, gastando en lo que no debe y posponiendo la cobertura de sus verdaderas responsabilidades, probablemente nunca va a lograr disponer de mucho más. Esto es muy simple. La situación individual no pasa por lo que se gana, sino por lo que cada uno logra atesorar al término de cada mes. No es más rico el que gana más, sino el logra quedarse con más en cada mes.
Para llegar a tener un buen respaldo de ahorro o buenas finanzas que brinden seguridad, no se requiere tener necesariamente altos ingresos, sino más bien una mentalidad favorable a la buena administración de los recursos, los cuales aun siendo escasos, pueden contribuir a la base de la formación de riqueza.
Decir que la riqueza es mala, por el solo hecho de decirlo, es el primer argumento de quienes nunca han hecho el mínimo esfuerzo por ahorrar. Este es un problema de mentalidad. Si condenamos la riqueza, nunca la vamos a tener, y viviremos eternamente al alero de un salario, un subsidio estatal, la ayuda de familiares o una pensión, sin la más mínima opción de aspirar a una mejor calidad de vida. Por contraparte, si estimamos que esta es buena, entonces se habrá dado el primer paso para obtenerla.
¿Y de dónde obtenerla?.
No se debe aspirar a iniciar el camino hacia la riqueza a través de una gran cuenta de ahorro o de una gran inversión. El camino parte con el primer paso. El primer paso, puede ser una pequeña suma de dinero que se descuente del salario, o la eliminación de un gasto innecesario. Eliminar un refresco o eliminar un cigarrillo, y poner ese dinero aparte, ya será el primer paso. ¿Cuántos gastos innecesarios hay en la familia de cada ciudadano en el mes?. ¿Cuánto de ese gasto podría suprimirse?. ¿Cuánto de ese recurso podría guardarse?
He ahi la cuestión. La formación de un patrimonio puede partir en cualquier momento, y si a ese esfuerzo se le agrega un objetivo a corto, mediano o largo plazo, ya habrá una motivación extra para comenzar a ahorrar y a formar un patrimonio.
Convengamos entonces, la verdadera pobreza, no se encuentra en la condición material de cada cual, sino en la mente. La pobreza material puede ser circunstancial, pero la pobreza mental puede ser permanente. Por lo tanto, quien es realmente pobre no es el que temporalmente tienen carencias materiales, sino aquel cuya mente ha cerrado las puertas al ahorro y espera que todo se lo entregue el Estado, negando cualquier opción de esfuerzo para surgir. La pobreza mental hundirá en los individuos en la precariedad por generaciones.
¿Cuál es su actitud?
Decídase y comience a ahorrar ahora.
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