Toda familia tiene gastos esenciales que no pueden ser eliminados. Esos los costos básicos de vida, y para estos se requiere un ingreso mínimo, a fin de mantener el nivel base de vida que es la sobrevivencia. En este sentido, la cobertura del alimento, el lugar en que se vive y los servicios básicos de electricidad, agua potable y combustible no pueden ser postergados. Cualquier gasto deberá esperar ante estos requerimientos.
De esto se desprende que hay necesidades prioritarias y otras que no lo son tanto, y que el uso del ingreso familiar debe tener en cuenta la siguiente distribución:
- Costos primarios: Son los gastos que permiten financiar todo lo necesario para vivir y no enfermarse: alimentación, vivienda, vestuario, transporte esencial y medicina, figuran entre otros, en esta categoría. Incluso, en estados de extrema necesidad, algunos de ellos podrían llegar a ser suprimidos.
- Costos secundarios: Son aquellos que mejoran la calidad de vida de las personas y sus familias. Destaca entre otros el acceso a bienes de confort en el hogar, uso de tecnología para el entretenimiento, el ocio y agilidad en las comunicaciones. Acá está presente la movilización propia y la adquisición de una segunda vivienda.
- Costos terciarios: Estos costos son aquellos que entran en la linea de lo prescindible, ya que están destinados a brindar satisfacción que no es necesariamente corporal o de necesidad esencial, sino mas bien etéreos. Acá destacan los viajes de placer, el uso de accesorios de alto costo, bienes y servicios de marca (salvo que la marca esté asociada a una noción de calidad). La ostentación y el aparentar más de lo que se es, son alicientes muy fuertes para este tipo de gastos. Acá es donde se encuentra el límite de lo racional antes de entrar en situación de duda.